Intervenir en el proceso de autofagia podría detener el envejecimiento

Millones de años de evolución y una única pregunta: ¿por qué no cesamos de envejecer? Esta es la cuestión que se han planteado unos investigadores del Instituto de Biología Molecular de Mainz, en Alemania. Bajo el título «Neuronal inhibition of the autophagy nucleation complex extends life span in post-reproductive C. elegans», los autores de este artículo publicado en la revista Genes & Development pretenden arrojar luz al proceso de envejecimiento en base al origen evolutivo.

La selección natural de Darwin

Si tenemos en cuenta al naturalista inglés Charles Dawin y su famosa obra «El origen de las especies», donde la selección natural es la protagonista —la cual determina que los individuos mejor adaptados al medio son los que logran sobrevivir—, el devenir del tiempo habría originado que los seres más fuertes y longevos sobrevivieran.

Sin embargo, en 1953, el biólogo George C. Williams ya expuso que los mejores genes se transmiten de generación en generación tan solo durante la reproducción y nunca después de esta. A pesar de esto, la teoría de Darwin seguiría teniendo gran fuerza.

El trabajo de la autofagia

La clave, según han plasmado estos científicos, podría radicar en la autofagia, un proceso celular que valió el premio Nobel de Medicina el pasado año al biólogo japonés Yoshinori Ohsumi.

Se trata de un procedimiento de degradación intracelular en el que estas se «comen entre ellas», con el fin de mantener un equilibrio de forma constante. De su correcto funcionamiento depende el control de enfermedades, como la diabetes, el cáncer o el alzhéimer, entre otras.

Este mecanismo de defensa se va viendo afectando a lo largo de la vida del individuo. Así, es excesivamente eficiente durante la juventud y se va ralentizando con los años. La solución de los investigadores ha pasado por detener la autofagia en gusanos, los cuales lograban vivir un tiempo mayor.